Aspectos de la definición del folclor, ser anónimo.
Estudiaremos por. separado cada uno de los aspectos que conforman la definición del folclor:
Ser anónimo.
El sentido de la palabra anónimo es el mismo del lenguaje corriente, o como lo expresan los diccionarios: “Anonymus” a, um, “lo que no tiene nombre o lo encubre”; adj.: “Sin nombre de autor”. El nombre del autor bien puede ser porque no lo tiene, o porque ha sido olvidado. La idea de lo anónimo no excluye la creación individual. En el origen de toda especie autóctona hay un creador individual que, por decirlo así, entrega a la comunidad aquello que hace, sin reclamar nada para su propio nombre. Su papel es reflejar la identidad, interpretar los sentimientos del grupo y, por derivación, satisfacer su función creadora. La anonimia en el folclor no se restringe al hecho en sí, sino que se la toma en relación a la cultura en que se produce, es decir, tiene un alcance y un significado mucho más complejo del que se le atribuye en el lenguaje corriente. “Toda manifestación surgida de un individuo determinado lleva la impronta de su personalidad. Pero esta personalidad es un complejo psíquico a cuya integración contribuyen infinidad de factores hereditarios y ambientales. Toda manifestación colectiva, dentro del campo de lo folclórico y de lo popular, nace de una célula originaria necesariamente individual, pero a la que sucesivamente se van yuxtaponiendo los aportes de muchas generaciones que a tiempo que conservan esa manifestación, la van modificando lentamente. De esta serie de retoques y modificaciones, surge con el tiempo una obra o manifestación cuyo carácter original desaparece casi por completo y en la que creemos ver el resultado de una labor colectiva simultánea … realizada con el concurso del tiempo, por muchas generaciones”. (Andrés Pardo Tovar). La anonimia es la característica más importante del hecho folk, considerado en su pureza original. Significa, pues, que cualquier expresión vernácula, aunque su creador primario haya sido un individuo, se incorpora a la vida de la comunidad por la función que desempeña en ella, pero no por los distintivos o cualidades de su inventor. Hay creaciones de procedencia puramente colectiva, como ciertas costumbres rituales, o las búsquedas rítmicas en las danzas de carnaval, y hay creaciones de procedencia individual, que se manifiestan como aporte de un elemento perteneciente a un grupo, según se ha explicado; ·pero la calidad folclórica de tales creaciones está dada por la incorporación de ellas a los usos comunes, perdiendo cualquier signo de identidad individúa! y adquiriendo, en cambio, el sello típico de la comunidad. EJ pueblo canta sus coplas sin saber quién las compuso. Hay, sin embargo, aspectos del folclor que se imbrican con ciertas expresiones de la creación personal, como sucede, por ejemplo, en la música de los Llanos Orientales, en los ritmos y cantos vallenatos y en las teinadas del Gran Tolima. Los cantadores popularizados, los intérpretes y compositores, aunque trabajan para subir peldaños de prestigio artístico o comercial, apelan a las formas tradicionales del canto, de los ritmos y de las armonizaciones y, sin proponérselo a veces, se subordinan a ellos, dándole un sabor de tipicidad a sus obras, es decir, dependiendo más de los moldes vernáculos que del toque personal. En tales casos puede considerarse que la tradición folclórica se proyecta a través del artista o del creador. Varios compositores colombianos, como Francisco Cristancho Camargo, Emilio Murillo, Canta licio Rojas, Lucho Bermúdez, etc. en muchas obras han preferido insertar las herencias autóctonas, antes que deformarlas o retocarlas. Quizá uno de los mayores encantos del bambuco es que aún se le oye por todas partes con el sabor de cantar campesino, a despecho de la comercialización inclemente que ha sufrido la música y de las epidemias de “arreglismo” que surgen en el ambiente cosmopolita de las grandes ciudades. Tampoco podemos olvidar el fenómeno contrario, es decir, que existen obras de género culto, inclusive de valor universal, que llegan al alma del pueblo, quien las acoge y las adopta, incrustándolas en su ambiente. Con el correr del tiempo aparecen ya con modificaciones que las identifican con las peculiaridades étnicas del grupo que las asimila, perdiendo no sólo el relieve de obra culta, sino el nombre de su autor. Este ‘fenómeno. es común en la literatura oral, (“Martín Fierro”, de José Hernández, cantado por los gauchos de la pampa argentina, según relata Augusto Raúl Cortázar), y en piezas musicales de rango popular. (Las rumbas cubanas divulgadas a principios del Siglo XX y aclimatadas entre los grupos negros del Litoral Pacifico).Fuente: El folclor de Colombia, práctica de la Identidad cultural Maestro Octavio Marulanda coautoría maestra Gladys González Arévalo Artestudio Editores